Tengo una debilidad. ANTONIO MACHÍN.
El pánico de la izquierda a un acuerdo entre partidos que pudiera cerrar el paso a la elección de la segunda candidata más votada al Ayuntamiento de Madrid viene acompañado de alertas a un segundo «tamayazo». Como ya sabrá usted —y si no, aquí se lo contamos— el tamayazo fue un oscuro episodio protagonizado por la defección de dos socialistas madrileños de la corriente «Renovadores por la base», Eduardo Tamayo y Maria Teresa Saez, ambos con muchos años de militancia en el PSOE a sus espaldas, que no se presentaron a la votación que iba a permitir hacerse con el poder a una coalición formada entre la segunda y la tercera listas más votadas (el PP había obtenido 55 diputados, el PSOE 47 e Izquierda Unida 9). Los dos diputados alegaron no estar de acuerdo con este pacto.
Desde el primer momento, el PSOE dijo que se trataba de un caso de corrupción urbanística tras el que se encontraba el PP, pese a que todos los dedos (incluido el del secretario general del PSOE, José Blanco, que lo suspendió de militancia) señalaban a que el instigador de la traición era el líder de la corriente «Renovadores por la base», José Luis Balbás, descontento con las maniobras de los distintos sectores que pugnaban con hacerse con el control de la federación socialista madrileña (en cheli, «la FSM») y los cargos que se iban a repartir en el asalto a los cielos de 2003. La guerra de guerrillas en la FSM viene siendo histórica y basta recordar el último episodio, la defenestración realizada por Pedro Sánchez del secretario general del PSM y candidato a optar a la comunidad de Madrid, Tomás Gómez, ¡elegido en primarias!, y su sustitución por el viejo perdedor de 2003, Rafael Simancas; se alega que el motivo es la exposición mediática que le asocia a la corrupción por los sobrecostes del tranvía de Parla… y que las encuestas que manejaba Rafael Simancas eran muy negativas para Gómez. Supongo que el nuevo candiato —del que ya no recuerdo ni su cara ni su nombre— habrá superado con creces las previsiones dado que Pedro Sánchez se ha ufanado en haber logrado una gran victoria en las últimas elecciones y haber «alcanzado al PP». En fin, lean una visión poco edificante del campo de batalla presuntamente ideológico.
Recordarán que el resultado de aquel lío, tras varios meses de impasse sin que los socialistas lograran reconducir la crisis, y con comisión de investigación mediante, fue la convocatoria de nuevas elecciones que ganó por mayoría absoluta el PP.
Han pasado desde entonces casi 13 años y, aparte de las clásicas teorías de la conspiración, alusiones a tramas de corrupción inmobiliaria, artículos de prensa con diálogos de teléfonos pinchados y comparecencias en dewáteres televisivos, nadie ha dado una explicación de aquel sainete que sea más plausible que la explicación más sencilla: el reparto de poder iba a perjudicar a los desafectos y a los negocios que tenían previstos. La sóla idea de que la corrupción pueda anidar en la izquierda parece ser «no computable» por algunos cerebros que se ven obligados a señalar a la fuente directa del Mal, la delegación del Maligno en España, con despacho en la calle Génova.
Así, que los partidos de izquierda intenten un acuerdo para desbancar al Partido Popular de la alcaldía es «lo natural», mientras que un acuerdo en sentido contrario es «un tamayazo», por más que un tamayazo no pueda ser definido con propiedad sino como una «maniobra de distracción que acusa de corrupción a terceros para desviar la putrefacción de los propios o de uno mismo». En el fondo lo saben y por eso llaman un «tamayazo» al miedo a que la maniobra envolvente se sustancie en nuevo fracaso por debilidad propia; al miedo a que la derecha les haga una oferta que no sean capaces de rechazar; al miedo a caer de nuevo en brazos del pecado, de la ambición, del dinero, del Capital… de la Derecha; esa «derecha interior» que habita hasta en el corazón de acero (stalin) del obrero siderometalúrgico. La carne ideológica es débil, camarada.
Y ahora, antes de que a usted, lector de la izquierda prístina, le suba la indignación como a Juan Luis Guerra le subía la bilirrubina, hágase dos preguntas muy sencillas. ¿Tiene derecho la izquierda a buscar alianzas para desbancar al partido de derechas más votado? (Si / No). ¿Tiene derecho la derecha a buscar alianzas para desbancar al partido de izquierdas más votado? (Si / No). Si las respuestas son contradictorias, tiene usted un pequeño problema con la democracia y no sé qué hago yo aquí perdiendo el tiempo, o sea.
Ciudadanomedio 30 mayo, 2015
Muy bueno, pero rebota en los oídos de los creyentes de la fe.
Ya se sabe fe es creer en lo que no se pude demostrar. Y la fe de estos creyentes va más allá, creen en lo que incluso se demuestra como erróneo.
Pablego 31 mayo, 2015
Que necesario tener siempre a mano estos recuerdos, para darle al Ferreras en to’ la boca.