En las sociedades de castas como la India no es posible el ascenso social: si naces intocable, mueres intocable. En las sociedades estamentales, como las feudales, es posible el ascenso social pero sólo
En las sociedades de castas como la India no es posible el ascenso social: si naces intocable, mueres intocable. En las sociedades estamentales, como las feudales, es posible el ascenso social pero sólo por méritos extraordinarios, tal como hacen el Cid Campeador luchando contra los moros o los conquistadores españoles peleando en América. En las sociedades modernas es posible el ascenso social gracias al trabajo, el comercio, el braguetazo, la lotería y la religión. Y en todas las sociedades está el gran ascensor de la guerra, muchas veces camuflado como revolución o golpe de estado (la guerra, sí, la guerra —mal que nos pese— oxigena las sociedades anquilosadas o muertas; la guerra, como Kali, destruye y crea). Pero en las sociedades contemporáneas, los sistemas de promoción social preferidos son la política y el estudio. Bueno, no preferidos por todos, pues ya vemos el resquemor que suscita entre quienes creen haber alcanzado una posición merecida el que promocionen por medio de la política personas sin acreditado pie de grulla, digo pedigrí.
El estudio es el gran ascensor que ha permitido que millones de hijos de agricultores, proletarios o artesanos hayan escalado hasta una clase media en donde atocinarse pagando hipotecas, comprando automóviles, turisteando y cultivando el yo.
Pero, como saben algunos, no todos los estudios valen lo mismo. Una pista: los más caros permiten subir más alto y algunos abren puertas que de lo contrario parecen blindadas. Sin posibilidades de una fuerte inversión, hay estudios universitarios prácticamente vedados a las economías asalariadas. La sociedad es ahora más permeable, pero eso no es sinónimo de fácilmente penetrable.
Sin embargo, hay otros ascensores sociales que, si bien tienen una trayectoria más arriesgada, pueden llegar a funcionar. Aparte de la política, están el deporte o los espectáculos, la música, la literatura… es decir, lo que ahora se conoce como «el mundo de la cultura». ¿Te preguntas, oh viajero, por qué todos los ‘intelectuales’ firman manifiestos? Para elevarse y penetrar, amigo. Para encontrar el atajo que asciende a los cielos y facilita la entrada en el Olimpo.
por méritos extraordinarios, tal como hacen el Cid Campeador luchando contra los moros o los conquistadores españoles peleando en América. En las sociedades modernas es posible el ascenso social gracias al trabajo, el comercio, el braguetazo, la lotería y la religión. Y en todas las sociedades está el gran ascensor de la guerra, muchas veces camuflado como revolución o golpe de estado (la guerra, sí, la guerra —mal que nos pese— oxigena las sociedades anquilosadas o muertas; la guerra, como Kali, destruye y crea). Pero en las sociedades contemporáneas, los sistemas de promoción social preferidos son la política y el estudio. Bueno, no preferidos por todos, pues ya vemos el resquemor que suscita entre quienes creen haber alcanzado una posición merecida el que promocionen por medio de la política personas sin acreditado pie de grulla, digo pedigrí.
El estudio es el gran ascensor que ha permitido que millones de hijos de agricultores, proletarios o artesanos hayan escalado hasta una clase media en donde atocinarse pagando hipotecas, comprando automóviles, turisteando y cultivando el yo.
Pero, como saben algunos, no todos los estudios valen lo mismo: una pista, los más caros permiten subir más alto y algunos abren puertas que de lo contrario parecen blindadas. Sin posibilidades de una fuerte inversión, hay estudios universitarios prácticamente vedados a las economías asalariadas. La sociedad es ahora más permeable, pero eso no es sinónimo de fácilmente penetrable.
Sin embargo hay más ascensores sociales que, si bien tienen una trayectoria más arriesgada, pueden llegar a funcionar. Aparte de la ya mencionada política, están el deporte, los espectáculos, la música, la literatura… es decir, lo que conocemos como «el mundo de la cultura». ¿Te preguntas, oh viajero, por qué todos los ‘intelectuales’ firman manifiestos? Para elevarse y penetrar, amigo, elevarse y penetrar.