— Pues es la primera entrevista que me van a hacer en la ducha. ¿Cómo se te ha podido ocurrir algo así? —pregunta Almudena lanzando una carcajada que hace vibrar la lámpara del techo.
— Por diferenciarme —mascullo avergonzado—; además de periodista soy fontanero.
— Bueno, compañero, entonces pasa y vete preguntando.
Almudena intenta hacerme un hueco mientras suelta con despreocupación los corchetes de su sostén. La cinta elástica me latiga en la cara y mis gafas caen al suelo de la ducha. Miro hacia abajo, trago saliva, y ni me molesto en intentar agacharme.
— Ay, chico, perdona, pero es que esto es tan estrecho… —dice mientras se deshace de la ropa sobrante y abre el grifo de golpe.
Una cascada de agua helada, suficiente para anegar una ciudad de 50.000 habitantes o dos de 25.000, cae sobre nosotros. Me alegro de llevar puesto el traje de neopreno.
— Usted estudió Historia…
— Bueno —dice mientras estira un brazo para coger el gel que tengo a mis espaldas—, estudiar, lo que se dice estudiar, tampoco. Algo había que hacer. A mí lo que me gustaba era escribir.
— Pero sus libros son últimamente muy históricos…
— Ya, pero nada de espada y princesas, nada del españolismo rancio de los Reyes Católicos —dice enjabonándose un sobaco—. Yo escribo de historias de memoria, o sea, cosas de memoria histórica.
— ¿Pero no es la memoria lo contrario de la Historia? —inquiero frunciendo el ceño para parecer agudo y sutil, aunque lo cierto es que se me ha metido jabón en los ojos y empiezo a soltar lagrimones.
— Pues por eso escribo ficción, chaval. Venga, pregunta con más sustancia y no me llores, que aún no te he contestado mal.
— No… si es el jabón —me disculpo intimidado—. ¿Se siente bien tratada por la crítica?
— La crítica literaria española es machista, analfabeta, anticuada, chauvinista y meapilas. No te voy a engañar, a mí la crítica no me importa nada, me importan mis lectores. Yo paso de la crítica y de los críticos. A ver, ¿qué más tienes para mí?
Siento un espasmo y comienzo a tiritar. Almudena me sonríe, pone el grifo en posición de agua hirviente y se gira aplastándome contra la mampara.
— Anda, chavalote, si quieres entrar en calor enjabóname la espalda.
Enjabono su espalda con dedicación aunque sin entusiasmo hasta que la espuma amenaza con ocupar todo el espacio disponible. Me gustaría preguntarle si llora al leer los poemas de su marido, pero me encuentro en una clara posición de desventaja y se me empiezan a cocer los pies. Juraría que he oído crujir mis gafas.
— ¿Le parece justo que le sigan recordando como la autora de una novela erótica?
— Hombre, no me quejo. “Las edades de Lulú” me hizo famosa y me dio de comer. Ahora quizá no la escribiría, o la escribiría mejor. Preferiría que me recordaran por mi obra de madurez, pero tampoco me voy a quejar.
El vapor del agua caliente me entra a fondo en los pulmones y empiezo a sentirme muy mal. Almudena me tiene aplastado contra el cristal de la mampara y debo de tener el aspecto de una calcomanía. Sospecho que estoy alcanzando el punto de ebullición porque sufro como una gamba en una cazuela. O le hago una última pregunta o moriré hervido en mis propios jugos y mi sacrificio habrá sido inútil.
— Almudena, ¿por qué le cae tan mal la juez Alaya?
Se da la vuelta echa una furia y se resquebraja el cristal de la mampara. El agua hirviendo cae como una cascada por su rostro salvaje y siento que el fin se acerca.
— Esa mosquita muerta… esa pepera peripuesta… esa mujer realizada y maquillada… esa boquita de piñón con horas de peluquería… ese ejemplo de madre, de juez y de mujer total que nos quiere vender la derecha rancia del tea party español… esa… esa… esa antisindicalista en quien no confiaría ni un segundo, que lo mismo es capaz de desahuciarte que de intentar tirarse a tu marido… ¡Bah, en ese tipo de mujeres ni me fijo!
Y se echa hacia atrás mientras cierra el grifo y a mi me da una linotipia o una lipotimia o en todo caso algo empezado por li, pero ya no me acuerdo, porque en cuanto ella sale de la ducha me voy despegando lentamente del cristal, como un papel mojado, y me deslizo poco a poco hacia el desagüe.
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Los hechos y palabras reflejados en esta entrevista no son ciertos. Todas las acciones acrobáticas han sido realizadas por especialistas. Niños, no se os ocurra repetir esto en casa sin la vigilancia de vuestros padres.
[Publicado en ÇhøpSuëy Fanzine On The Rocks el 11/11/2013]