Es difícil no sucumbir al desánimo tras ver un espectáculo tan deplorable como el, ejem, debate que ayer mantuvieron —es un decir— Rajoy y Sánchez. Sin un mínimo suelo lógico común dos personas no pueden debatir, ni siquiera hablar, aunque compartan un idioma.
Francamente, desconozco qué espera la gente cuando asiste a un debate político, pero sí sé lo que espero yo. Lo de la política como sustituto de la guerra tiene su interés, pero tampoco hay que salir a debatir como si quisieras romperle las costillas a tu adversario. «Sujetadme, que le meto un par de mecos que le ahormo la jeta». Yo hubiera preferido que salieran a contarme qué pensaban hacer con asuntos sociales complejos. Llamadme muermo, pero prefiero la política como el arte de llegar a acuerdos no como la exhibición de cojones. Lo de la testiculina ya lo tengo muy trabajado desde que hice FP, así que ver a dos mastuerzos gritando como si no hubiera un mañana, me desmotiva. Si se tratan así entre ellos, que comparten empresa y lugar de trabajo, no quiero ni pensar qué decisiones pueden tomar respecto a unos particulares a los que desconocen. Bueno, para qué engañarme, sí lo sé; muy bien.
El «Debate» fue, además, síntoma de otra penuria. Existe una asociación, una entidad, una cosa, autodenominada Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión de España. Que una asociación de profesionales y empresarios del entretenimiento se autotitulen Academia no debe extrañar; es evidente que heredan la perspicacia intelectual de la escuela ateniense fundada por Platón, no de esos centros de apoyo escolar a los repetidores del bachillerato. Ahora bien, una vez aclarado que, sin pecar de humildad, se han marcado como objetivo la excelencia, que asocien su nombre a la producción de este grandísimo churro produce cierta decepción. Tírate días y días anunciando por tierra, mar y aire el Gran Advenimiento del Debate, mostrando cómo se construye el plató, cómo se negocia el formato, el ritmo, la temperatura, las dimensiones de la mesa, el color de fondo, la intensidad de las luces, las reglas de la discusión… para que al final te salga una versión cutre de una parodia arrabalera de Sálvame Deluxe, aunque sin bragas y con más caspa.
¿Era necesario esto? ¿Era necesario exponer ante las masas la indigencia moral, la ausencia de elegancia, la falta de generosidad de los candidatos? ¿Sirve de algo mirarnos de una manera tan cruel en el espejo de nuestras miserias? Joder, o te lo tomas a risa o incurres en harakiri.
He adelantado que no sé qué espera la gente cuando consume un debate político de este nivel. Espectáculo, supongo. También solían echar al circo romano a un toro a luchar contra un oso. Lo que está claro es que nadie sale indemne de estos penosos espectáculos: todos empeoramos, los productores de la cosa churresca, los grimosos aspirantes y los vergonzosos espectadores de miserias. Hoy somos peores que ayer. Yo no quiero contribuir a este circo. Descartada la opción radical de eviscerarme ante las masas sólo puedo confirmar que no obtendréis mi voto. Por higiene.
5 respuestas a «Más vísceras, que hay hambre»
Fabulous.
Me voy a hacer adicto a sus escritos, Perro
Mientras no se los fume…
No conozco, desde Argentina, qué ha pasado entre Rajoy y ese tal Sánchez, que no sé quién es, ni el tema discutido. Pero es una delicia leerte, Perro. ¡Sobre cualquier tema!
Gracias, Héctor. No voy a caer en la crueldad de ponerte un vídeo. Digamos que tras fracasar con el modelo socialdemócrata sueco algunos optan por el peronismo cristinofernankirchneriano. Creo que la referencia te servirá para entender perfectamente lo que te has perdido.