• Política de privacidad
  • Autor

Thriller

  • De improviso, la muerte

    Es muy triste morirse.
    Se va desvaneciendo la alegría del mundo
    y pierden poco a poco su interés desmedido 
    las cosas materiales.

    Y en un giro imprevisto,
    adquieren importancia gestos inesperados 
    del pasado lejano 
    que nunca parecieron relevantes,
    las palabras no dichas, las miradas distantes,
    los abrazos no dados que como barro seco
    se han quedado adheridos al recuerdo. 

    Parecía la vida
    un árbol intrincado repleto de elecciones
    como fruta madura al alcance del brazo. 
    Pero el brazo era corto, la fruta venenosa
    y el camino posible era una rama rota
    en cuyo extremo seco dormía una serpiente.

    El juego va acabando y ni siquiera sabes
    si has disfrutado mucho.

    Esa enorme serpiente ha alzado la cabeza
    y ya clava sus ojos en los tuyos.

  • Acuéstala entre lírios

    A mi madre, in memoriam.

    Lay Her Among the Lilies
    James Hadley Chase

    Acuéstala entre lirios
    que descanse
    de esa rueda infernal del pensamiento
    circular,
    de los rencores ciegos engranados
    en un sinfín sin tope y sin propósito.

    Acuéstala entre lirios
    que acaricien
    sus mejillas los pétalos lozanos
    y una brisa fragante deposite
    en sus labios un beso sin desgarro.

    Acuéstala entre lirios
    que la noche
    deje la plata de un sudario terso
    sobre su cuerpo exánime ya frío,
    pase los dedos por su pelo blanco.

    Que la abrace la noche, que la luz
    ya no regrese nunca, que sus ojos
    descansen para siempre,
    que no sufra,
    que no haya un más allá en donde gire
    esa rueda infernal que la atormenta.

  • Nosotros somos otros

    QUIZÁ porque nosotros venimos de otra parte
    quizá porque empezamos a ser sin aspavientos
    nada tenemos que perder
    y por ganarlo
    todo
    tal vez por eso somos como somos.

  • Figura del pensamiento

    AMADA mía
    —compartida
    con tres o cuatro más
    (no somos nadie)—
    iba a decirte,
    amor, amada mía,
    que poesía
    eres tú
    y al parecer
    un poeta muy lívido y romántico
    me ha robado los versos
    (otra vida será).
    Por eso,
    amada mía, amor,
    escucha mi poema
    reducido a estos versos sinecdóticos
    que me ahorran el tris de la pupila
    azul:
    Amada mía
    sinécdoque
    eres tú.

  • Constatación de los sostenes

    LA predecible excitación de tus pezones
    constatada
    en otras coyunturas semejantes
    a la de este autobús
    ahora no perceptible
    me lleva
    a suponer que hoy
    prefieres sujetarte los instintos.

  • Nachmarh

    Y para qué contaros
    que me despierto a veces en medio de la noche,
    los párpados ardiendo, los labios
    palpitando como un
    oleaje de púrpura.
    Abro entonces los ojos apartando las sombras,
    las manos
    que aún ciñen mi cintura tras el tibio placer
    y salto
    para buscarla a ella,
    amada íntima
    superviviente
    de los naufragios múltiples del corazón,
    último sueño, dulce pesadilla
    abominable como
    el recuerdo infinito de un amor innombrable.

  • Northumberland

    QUÉ soledad
    qué lagos tristes
    visitarás
    qué lluvias
    besarán las ventanas de tus habitaciones
    qué cristales helados empañará tu aliento
    qué soledad
    qué campiñas inmensas recorrerás
    qué humedades, qué umbrías
    envolverán tu piel en los amaneceres
    qué mastines alados perseguirán tus huellas
    qué soledad
    qué atardeceres grises contemplarás
    qué sombras
    habitarán los huecos azules de tus sienes
    qué dedos vegetales ceñirán tu cintura
    qué soledad
    qué paisajes de luna transitarás.

  • Huye el tiempo

    EL tiempo pasará
    —recuérdalo—
    y tu carne,
    hoy rosa y delicada,
    beberá historia,
    tiernas huellas
    dormirán en tu piel
    junto a los dedos
    que acarician tu cuerpo cada noche.
    Serán amor.
    Su rastro inevitable
    rodeará tu boca siempre hermosa
    cargada ya de tiempo y de delicias.
    Recuérdalo,
    posarán en tu imagen
    su huella perceptible pero bella
    las caricias que bebes,
    los besos
    que recibes,
    los abrazos
    que te buscan el cuerpo marchitable.

  • Guilhem de Cabestanh

    «Hasta que Guilhem de Cabestanh quedó inmóvil
    y los pájaros enmudecieron de súbito».

    MANUEL MÚJICA LAÍNEZ, El unicornio.

    GUILHEM de Cabestanh, sobre tus labios yertos
    deposito este beso fugaz como una sombra.
    Loor a los poetas que murieron de amor.

    En el lecho abrazaste su cintura desnuda,
    sobre sedas ardieron esponsales adúlteros.
    Loor a los poetas que murieron de amor.

    La oscuridad del aire rasgó la daga dura,
    en tu torso cuajaron diez rosas inclementes.
    Loor a los poetas que murieron de amor.

    El celoso puñal seccionó tus entrañas.
    Sirvió tu corazón de incógnito alimento.
    Loor a los poetas que murieron de amor.

    Qué dulzura sus labios tristemente encendidos,
    tu corazón partido los besó nuevamente.
    Loor a los poetas que murieron de amor.

    Ella murió de horror (¡que el Cielo la recoja!).
    Bajo losas dispares vuestros cuerpos se abrazan.
    Loor a los poetas que murieron de amor.

  • Apólogo

    MERCADILLO en Vitoria
    yo caminaba
    bajo los soportales
    tú no llegabas

    tú no llegabas nena
    tú no venías
    yo me salí a buscarte
    cómo llovía

    cómo llovía niña
    cómo tronaba
    como jode la lluvia
    por las mañanas

    por las mañanas jode
    y al mediodía
    mercadillo en Vitoria
    yo pulmonía.

1 2 3 4
Página siguiente→

Funciona gracias a Wordpress