Hay plantas altamente venenosas
que crecen a tu lado
que se adornan
de insólitos colores y formas esplendentes
que se amarran a ti como la hiedra
y te dejan a veces su veneno
dulce y letal sobre la flor del labio.
No te engañes, adornan, pero un día
deberás arrancar de cuajo sus raíces
y arrojarlas al suelo
y aplastarlas
para que no inoculen su ponzoña.
No sea que transmitas, sin quererlo,
sus corrosivos jugos
sus aguijones tóxicos.
Que hieras
a quien jamás haya probado los venenos
y no sepa
que la belleza raramente es pura,
que la rosa
te clava sus espinas,
que la adelfa
es belleza mortal como tus ojos.