¿Y si fuéramos idiotas? Es una hipótesis que me planteo con cierta frecuencia porque es estadísticamente imposible tener siempre razón o acertar siempre en las decisiones. Y, naturalmente, es una pregunta individual que generalizo hacia lo universal, no voy a ser yo el único idiota confeso.
Sabiendo lo que ahora sabemos sobre cómo tomamos las decisiones, casi nunca racional sino instintivamente, la posibilidad de ‘equivocarnos’ es bastante alta, aunque se active automáticamente el viejo truco de justificar a posteriori nuestras decisiones mediante el aparato racional: podemos estar equivocados pero siempre cargados de razón. Claro que existe también una altísima probabilidad de equivocarnos cuando tomamos una decisión ‘racional’ a pesar de que el instinto nos diga que estamos metiendo la pata hasta las ingles. Esto se ve meridianamente claro en nuestras decisiones políticas, racionales pero absurdas, como votar a candidatos que, indefectiblemente, van a ser borrados del mapa.
Ahora, aumentemos la escala. Supongamos que una población se somete voluntariamente a un liderazgo absurdo. Para no herir demasiado las sensibilidades, al nacionalsocialismo o al maoísmo. Millones y millones de personas detrás del flautista de Hamelin precipitándose al abismo. Racionalmente. No voy a ser tan inelegante como para señalar a ninguna religión o a ningún movimiento cultural como el romanticismo, que es muy feo señalar.
Volvamos al microscopio. Supongamos que nuestra adhesión a nuestro pequeño líder de opinión, a nuestro gurú artístico, musical, intelectual, político… es también producto de los actos reflejos justificados a posteriori. O viceversa, errores de cálculo racional revestidos de idealismo. No es posible aceptar esta idea perturbadora, que nosotros ‘también’ nos movemos como ‘las ciegas hormigas’. Peor aún, que nuestros pequeños líderes también son ‘ciegas hormigas’ explorando un vasto territorio que no son capaces de intuir, lo que no les impide expedir continuamente prescripciones en donde no cabe un átomo de duda.
¿Y si de pronto, mirando hacia atrás viéramos que, efectivamente, fuimos idiotas?
¿Qué estratagema intelectual nos impide deducir que, si fuéramos capaces de viajar a un futuro cercano y volver a mirar hacia atrás, no llegaríamos a una conclusión similar: que también ahora somos idiotas? La idea es demasiado desasosegante como para tenerla en cuenta. Tiene que ser otra equivocación.
Voy a hacer deporte. Necesito dosis doble de dopamina.
Humildad, Pequeño Saltamontes. Recuerda que no eres divino.