Tout est pardonné

Cuanto más observo la portada conmemorativa del semanario Charlie Hebdo más me incomoda y más me gusta. Diecisiete personas asesinadas (diez periodistas de Charlie Hebdo, dos agentes de policía que custodiaban la revista, una policía municipal en París y cuatro rehenes de un supermercado de comida kosher, por ser judíos) por tres combatientes islamistas finalmente abatidos por la polícia. Y tras esta masacre, Charlie Hebdo, el Journal Irresponsable, lanza un número especial de tres millones de ejemplares con el título de «Todo perdonado». Nunca se me ha atragantado tanto un sarcasmo.

Un Mahoma de retrato policial, cariacontecido, con cierta mirada de pánico, derrama una lágrima y exhibe, en lugar del número carcelario, el salvoconducto del perdón: «Je suis Charlie Hebdo». Con esa lágrima y con otras tantas, como las exhibidas por algunos de los dirigentes políticos que se manifestaron en Paris, Rénald Luzier «Luz», el humorista que se salvó de morir el día del atentado por llegar tarde al trabajo («Al que madruga, Dios le ayuda», o sea) podría haber llenado un lacrimatorio del tamaño de una piscina olímpica o dedicarse a elaborar un perfume parisién, Ô de Manifestation, con toques de vainilla, tabaco y aromas de indignación sin ira y de je suis désolée.

Sin embargo, ante el acongojado profeta símbolo del Islam (Sumisión), lo que queda de Charlie deposita una frase irreprimiblemente cristiana, todo está perdonado, colega, que tú también eres Charlie, como si pusiéramos a cero el marcador tras la comunión con la rueda de molino. (Hay que descartar rotundamente la interpretación de que pueda ser el Redactor Jefe Mahoma quien perdone las blasfemias de los humoristas ya definitivamente muertos o les convalide los cien latigazos prometidos por no haberse muerto de risa).

Todo perdonado. Suena a oración. A expiación de los pecados propios y a comprensión de los ajenos. Es el momento propicio para decir algo así y Charlie sabe que en esta ocasión hay que tragarse el sapo, aunque también sabe que si existiera un más allá (que no existe) los caricaturistas asesinados estarían revolviéndose en sus tumbas.

No habrá perdón ni olvido. No ocurrirá como en España. Continúa la eterna guerra contra el cretinismo (que seguiremos ganando) y Houellebecq hará muy bien en presentar con todos los honores su próxima novela, Sumisión, para que se atragante en el gaznate de los imbéciles y la vomiten los tibios.

[Publicado el 14/01/2015 en ÇHØPSUËY FANZINË ØN THË RØCKS]